Si de lunes a viernes odias levantarte en las mañanas y siempre buscas cualquier excusa para faltar a la oficina, ¡cuidado! Quizá sufres de estrés laboral y no lo sabes. Te damos las claves para descubrirlo.
Por: José Antonio Blasco
Recuerdo mi ilusión cuando entré a la empresa de publicidad de mis sueños. Moría de ganas por formar parte de esa dinámica que imaginaba llena de retos, pero muy pronto me arrepentiría de ver cumplido mi deseo”. Así comienza el testimonio de Alicia G., una de las diseñadoras gráficas más talentosas que he conocido en México.
Durante un año coincidimos a la hora de la comida y me encantaba escuchar sus divertidas historias, hasta que un día desapareció. Cuando le pregunté por ella a un amigo común, me dijo que estaba de permiso por “incapacidad” y me preocupé. ¿Qué le había ocurrido?
UNA EPIDEMIA EN LA QUE NO ESTÁS SOLA
Según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el 75% de los mexicanos padece fatiga por estrés laboral, superando a países como China y Estados Unidos. ¿Sorprendida? Ciertamente es una cifra alarmante, en especial si tomamos en cuenta los daños (personales y económicos) que puede ocasionar este padecimiento al alza.
¿De qué estamos hablando? “Cuando te enfrentas a factores externos que superan tu capacidad y sientes que no tienes herramientas para enfrentarte a ellos, el mundo se te viene abajo. No es la excusa de un cobarde para salir corriendo al primer problema: todo tu cuerpo y mente se bloquean y colapsas”, asegura Asdrúbal Duarte, psicólogo con amplísima experiencia en el área de Recursos Humanos y asesor de diversas empresas nacionales.
El estrés laboral es generado por la creciente presión en el entorno de trabajo, provocándote saturación física y mental, causa directa de enfermedades y afectaciones a tu equilibrio en el ámbito profesional y personal. ¿Te suena algo conocido esto?
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SHE WORKS HARD... FOR THE MONEY?
¿Por qué fue tan terrible?, le pregunto intrigado a Alicia G. “Fue la suma de diferentes detalles. El sueldo era bajo y aunque pensé que lo compensarían las hermosas oficinas y el trabajo creativo, lo económico llegó a angustiarme tanto que pasaba parte del día pensando cómo ahorrar, sin concentrarme en mis tareas.
“Otro asunto era el tiempo dedicado a los traslados: demoraba hasta tres horas en cada trayecto, además de las 10 (como mínimo) que trabajaba. La poca flexibilidad en el horario por parte de los jefes terminó de reventar mi paz mental. Regresaba a casa derrotada, sin tiempo para mi pareja, y la distancia nos quebró. Por primera vez en mi vida me sentí deprimida”, puntualiza. El Dr. Eduardo C. Platas V., médico psiquiatra, en su ponencia Depresión y baja en el rendimiento laboral, define este mal como un sentimiento persistente de in- utilidad, pérdida de interés por las cosas y bajo estado de ánimo.
Al perder la capacidad de disfrutar las cosas, aparecen el insomnio, disminución o aumento significativo del apetito, dolores musculares, fatiga, tristeza, frustración, y en casos extremos hasta pensamientos suicidas, malestares que muchos pacientes no consultan por miedo a la estigmatización, lo que agrava aún más la situación.
“Si en vez de líderes hay jefes tóxicos, o rivales en vez de compañeros de trabajo, lo que podría haber sido una competencia sana se convierte en una batalla sin descanso. Muchos casos de estrés y depresión laboral son consecuencia de un ambiente negativo en el que nadie se siente apoyado o tomado en cuenta, lleno de acciones desleales”, aclara el psicólogo Asdrúbal Duarte.
¿TE ESTRESAS O TE ESTRESAN?
Más allá de nuestros propios miedos e inseguridades, múltiples estudios confirman cuánto nos afecta la adversidad constante en la cotidianidad laboral. Tareas aburridas y desagradables; poca planeación; exceso de trabajo con eternos plazos urgentes de finalización; horarios estrictos, además de jornadas interminables, son algunas de las características de una oficina más parecida a un campo de concentración que a una empresa del siglo XXI, donde la consideración al colaborador debe ser lo prioritario.
En tal ambiente, hasta la persona más zen puede perder el control de sus emociones, sintiéndose impotente de equilibrar los componentes de su vida personal y pública. “Desmoralizada, desilusionada y agotada en todos los sentidos... así me recuerdo en aquellos días y no sabía qué hacer, pensaba que era mi culpa”, asegura Alicia G. con una sombra en sus ojos.
En la página web del IMSS podemos leer la siguiente frase: “El estrés es potencialmente contagioso, ya que estar cerca o visualizar a otras personas en situaciones de estrés, puede aumentar los niveles de cortisol del observador”. Considerada la hormona del estrés, el cortisol actúa como neurotransmisor en nuestro cerebro y la producimos como respuesta a la tensión, ayudándonos a enfrentarla. El asunto se complica cuando se trata de una emoción recurrente y permanente: el cuerpo no termina de recuperarse cuando siente la amenaza de nuevo, ¡sin chance para la tregua! Aun así, hay caminos de escape y solución para construir la normalidad amable que merecemos.
EL PRINCIPIO DEL FIN
Identificar dónde estamos y frente a quiénes es el primer paso para solventar el problema, y ya conscientes, gracias a los pensamientos que generamos, podemos afrontar los duros factores externos, manejando prácticas sanas que minimicen lo que nos acorrala, ubicando lo malo en un rincón menos nocivo. El psicólogo Asdrúbal Duarte sugiere:
No aceptes condiciones laborales que atenten contra tu calidad de vida, sé asertiva al negociarlas manteniendo la mejor actitud para llegar a acuerdos.
Medita, escucha música relajante y realiza sencillos ejercicios de estiramientos y respiración en breves pausas durante la jornada, especialmente antes y después de momentos demandantes como importantes juntas.
Practica algún deporte que ames al iniciar el día, aunque sean unos minutos, para aclarar la mente y activar el cuerpo gracias a la liberación de endorfinas. Si el tiempo te lo permite en la tarde-noche, nada que sea demasiado exigente desde lo físico te ayudará a dormir mejor.
Apuesta por una buena alimentación, descanso adecuado y dile no a los excesos de consumo de tabaco o alcohol.
Bájale a tu intensidad, y aunque pases por un mal momento, siempre sé cordial con tus compañeros y resuelve los problemas sin enfados ni insultos. ¡No guardes rencores!
No dudes en buscar auxilio profesional para desahogarte y encontrar las herramientas necesarias para superar los problemas. Eso de ahogarte en un vaso de agua no debe formar parte de tu vida, busca siempre una solución.