¿Sola o soltera?

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Claro que había un plan supercool de Karaoke con mis amigos, pero no tenía el mínimo interés de arreglarme, entallarme y per- fumarme. No había nada interesante que ver y en su lugar me quedé platicando con mis amigas en el grupo de WhatsApp que tenemos. La última de las “eternamente solteras” nos confesó que acababa de iniciar un noviazgo con el “amigo con derechos” de la oficina. Inmediatamente, esto me cayó como yunque: “Priscila, oficialmente eres la soltera del grupo de tus amigas”. Esto no es una condena, aunque lo parece y pesa como si lo fuera. Cuando todas mis amigas hablan de lo increíbles que son los viajes y citas con sus respectivos galanes, yo me siento dividida entre la alegría con la que me cuentan sus experiencias y la nostalgia de extrañar ser la protagonista de las mismas. Durante muchos años fui “la del novio” entre mis amigas, he tenido relaciones largas desde la adolescencia, la que más duró fue de cinco, años y aunque rompimos hace tres, sinceramente ¡lo veo y se me caen los calzones! Estar ahora sin pareja ni prospectos disponibles que valgan la pena, me hace cuestionar el verdadero origen de este sentimiento de nostalgia, porque es terrible no saber si es que extraño a mi ex, o extraño estar en una relación, o simplemente no quiero estar sola. Más allá de tener con quién salir a las estas y eventos, está el imponente hecho de no saber cuánto tiempo va a durar esta situación o si ya no es únicamente una “etapa de soltería”. Estoy harta, y francamente asqueada, de comparar mi vida actual con la que tenía cuando estaba con alguien, cuando me sentía respaldada y completa. Noté que me estaba hablando muy duro, como si fuera parte de una responsabilidad el tener pareja, porque claro, sé bien lo relacionados que están el éxito y la plenitud, a ser la amante modelo y novia impecable.
Mientras tanto mi mente no para: ¿Qué hice mal para alejar a este hombre tan bueno? ¡Ay! ¡Ya ni siquiera sé si es tan bueno! Es el hecho de recordarlo, con su sonrisa amistosa, su “¿Cómo te va?” y en el recuerdo casi puedo percibir su loción cara, me hace re- petirme a mí misma: ¡Wey, ya no estás con él! ¡Estás sola! ¡Eres la soltera de tus amigas!, y mientras vuelvo al refri en busca de consuelo, me quedo estática, me recorre -como cubito de hielo en la espalda una idea escalofriante: me siento incapaz de ser feliz si me falta tener al amor de mi vida, me hace sentir incompleta, soy una cuarta parte de la mujer que siempre quise ser. No dejo de pensar que algo estoy haciendo mal si no he sido capaz de tener una pareja. Claro, he tenido muchas citas gracias a las diferentes redes y aplicaciones para conocer gente, domino el ritual completo: los mensajes, el out t, las risitas, las preguntas y el coqueteo; comprendo al 100% las lecciones de Mathew Hussey, el gran experto en relaciones amorosas y cómo conquistar a un hombre, y aun así, heme aquí sentada viendo el yogurt, la mostaza y el bote de mermelada fríos, como si pudieran casi burlarse de mí, de mis ganas perdidas, de mi derrota autodeclarada y mi cabello sucio. No. Tengo que recuperar la compostura, ya no soy esa niña indefensa que ilusionada con el corazón en las manos buscaba enamorarse intensamente, soy una mujer fuerte y contemporánea, que detesta cuando sus amigas dicen: “Ay, quiero un novio” o “Cuando tenga novio, quiero que me lleve de vacaciones”. Parece mentira que, sin querer, nos repetimos a nosotras mismas mil veces que hasta que tengamos pareja estaremos completas, seremos suficiente y haremos mejores planes. Por favor, denme algo de crédito, últimamente me he dedicado a trabajar y desarrollar proyectos nuevos, a ser esa “mujer que no necesita de nadie para ser feliz”, a tratar de organizar mi tiempo para que me alcance y poder cubrir la mayor cantidad de pendientes posibles. Pero se trata de ser francos, cada que tengo un espacio para respirar viene a mi mente el incansable debate: ¿qué es lo que se supone que debo hacer?; ¿es que acaso mi relación es con mi trabajo?; ¿en qué momento pasó esto?; ¿tengo que sacrificar mi trabajo si quiero tener una relación formal?; ¿voy a encontrar a alguien si salgo de estas cuatro paredes? Ojalá le hubiera aceptado a mis amigos el plan del Karaoke: ¿qué tal si ahí estaba el amor de mi vida? Pero ¡qué pereza arreglarse para que nadie se acerque o que los intrépidos que te invitan un trago sean más aburridos que un lunes por la mañana! Me digo: ¡Ay, Priscila, deja de ser tan exigente! No todas las salidas son para conquistar a alguien. ¡Tú, la chingona! Y luego te preguntas por qué estás soltera. Mejor cierra el refri y vámonos a dormir...
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