La palabra tóxico hace referencia a algo nocivo, a aquello que daña porque es veneno. Proviene del latín toxicum y este del griego toxikon pharmakon. Curiosamente, la palabra phármakon es un término que al mismo tiempo significa remedio. Texto por Claudia Rodríguez Acosta, psicoanalista Hago este rápido recuento, para introducir a la complejidad que implican las relaciones llamadas tóxicas, ya que, como la droga misma, aquello que produce un estado de no - sufrimiento o no - dolor, será lo mismo que destruya. Una relación tóxica no simplemente es aquella que daña o que provoca malestar, ya bastante descritas están este tipo de relaciones en las que predominan los miedos e inseguridades, la desconfianza y la culpa, las exigencias y la manipulación. Sin embargo, lo tóxico radica en la necesidad de todo eso, a pesar del daño, a pesar del malestar. La complejidad de las relaciones tóxicas consiste en no poder renunciar a ellas, funcionan como una especie de droga, implican una adicción a otra persona y recordemos que del lado de la adicción está la necesidad. Al necesitar de algo o de alguien nos colocamos en un lugar de vulnerabilidad, por ejemplo, al necesitar de un medicamento para curar una enfermedad, quedamos a merced de poder o no conseguirlo, incluso nuestra vida podría depender de eso. Entonces, necesitamos aquello que resulta indispensable para vivir y el hecho de no obtenerlo puede provocar daños físicos y psicológicos, a veces peligrosos e irreversibles. Al estar en este estado, nos es muy difícil ver opciones, pensar con claridad y sentirnos suficientemente fuertes. Por otro lado está el terreno del deseo, deseamos aquello que no tenemos y al no tenerlo nos activamos para conseguirlo, siendo capaces de esperar, de trabajar para lograrlo, de disfrutar el proceso siendo creativos y pudiendo retirarnos si la búsqueda se torna dolorosa o poco fructífera. Al conseguir aquello que deseamos sentimos placer, pero sabemos que la satisfacción no es eterna, porque siempre hay un límite: nos sentimos felices pero no eufóricos, hacemos todo por conseguir lo deseado, pero sabemos cuándo parar, idealizamos a la persona amada, pero nos queda claro que eso es una ilusión y que una relación real se construirá poco a poco. Nunca se obtiene lo que se desea, pero podemos aproximarnos lo suficiente sin que esto se vuelva agobiante y doloroso. Por ejemplo: una relación con x persona nunca es exactamente como se deseó, sin embargo, no por eso no es disfrutable. Lo peligroso de las relaciones tóxicas es que son como el phármakon, al mismo tiempo veneno y remedio, producen dolor y lo alivian, la persona siente que se muere estando lejos de aquel a quien necesita profundamente pero al mismo tiempo, al estar con él o ella aparece una dinámica estéril y muy desgastante. De inicio, surge la euforia, la idealización, el sentirse completo, es como si el mundo pasara a segundo plano, es un estado de enamoramiento en el que lo más importante es complacer al otro y así, asegurar su amor. La pareja se siente plena, las expectativas son altas y la realidad se borra. Sin embargo, no pasa mucho tiempo para que este ideal caiga, y lejos de permitir la construcción de una relación más real y fructífera, en el caso de las relaciones tóxicas, aparece lo contrario: se empieza a sentir una especie de ahogo, de no poder estar en paz, no poder disfrutar, aparecen sentimientos de confusión y culpa. No queda claro quién es el “malo” de la relación, quién ha fallado. Se justifican comportamientos que lastiman pero eso no da tranquilidad, más bien, deja una sensación de ansiedad y de desconfianza. En ocasiones, aparece un franco maltrato físico y verbal, en otras, el maltrato está más velado, pero no por eso tiene menos impacto: chantajes, conductas para controlar, intimidación, provocación de sentimientos de culpa. En este punto, muchas parejas se plantean la posibilidad de separarse, algunos lo intentan, pero finalmente no pueden. Aparece una gran necesidad de estar cerca de aquello que envenena, la separación, lejos de tranquilizar y de dar claridad, provoca un profundo malestar: ansiedad, cuadros depresivos, irritabilidad. Si bien, ante cualquier separación, es natural pasar por un periodo de duelo en el que aparecen sentimientos negativos, la diferencia con las relaciones tóxicas, es que no se llega a hacer el duelo. La persona no resiste el malestar que le provoca la distancia, el otro se convierte en un objeto de necesidad similar a la droga. Es ahí cuando decide volver a lo mismo, y al hacerlo siente alivio, sabiendo que ese remedio pronto se convertirá nuevamente en veneno. En este tipo de relaciones no hay límite, se puede poner en riesgo la vida misma, la libertad, a los hijos, el trabajo o lo que sea con tal de evitar la ruptura. ¿QUÉ HACER SI TIENES RELACIONES TÓXICAS? Primero hay que entender algo importante: las relaciones tóxicas son aquellas que provocan intranquilidad y malestar, es una relación estéril en la que se repiten patrones destructivos una y otra vez. No es necesario que existan golpes o insultos, sino la toxicidad radica en que uno de los miembros de la pareja o ambos se sienten asfixiados, ansiosos, enojados y culpables la mayor parte del tiempo. Identificar que ante cualquier intento de separación aparece la angustia, uno o ambos miembros de la pareja no toleran la sola idea de alejarse o de terminar definitivamente. O si lo intentan, el malestar es igual o peor que al estar juntos. Estar conscientes de que esta dinámica no va a cambiar mágicamente, primero que nada hay que estar dispuestos a trabajar pacientemente para poder modificarla. Si uno de los miembros de la pareja no lo está, entonces no hay forma de que la relación sea constructiva. En estos casos, el otro decidirá si trabaja o no por su cuenta, no necesariamente para continuar la relación sino para poder comprender qué hace ahí. Busca ayuda profesional, al ser una dinámica similar a la adicción, no basta con “echarle ganas” ni con tener buenas intenciones, se requiere un trabajo profesional psicoterapéutico y algunas veces psiquiátrico, dependiendo de cada caso. Saber que separarse es un primer paso, pero queda mucho camino por recorrer, en este tipo de relaciones no hay culpables, sino que cada quien deberá pensar y trabajar si así lo quiere, para poder comprender por qué se ha olvidado de sí mismo o de sí misma. Por qué ha permitido tanto o por qué ha generado tanto maltrato y dolor. No hay fórmulas mágicas para salir de una relación tóxica, la recomendación es que aquellas personas que ya se dieron cuenta de que están en una, busquen cuanto antes ayuda profesional. Cualquier tipo de malestar se agrava con el tiempo, se puede hacer crónico a tal punto de perderlo de vista, a pesar de que esté poniendo en peligro la vida. No es recomendable ni conveniente llegar a ese punto. Relacionado: “Porqué la muerte de Mac Miller no es culpa de Ariana Grande”