Existe una razón por la cual has estado 287 semanas metid@ en el perfil del otro “mejor” amigo de tu mejor amigo.
Por: Sarah Weldon Mi rutina nocturna es bastante sencilla: lavado de cara, cepillarme los dientes, stalkear los perfiles de Instagram de todas las personas a las que deseo hacer sombra, hasta que me duelan los pulgares o me quede felizmente dormida. Lo repetiría todas las noches hasta el día de mi muerte. A veces, lo odio; pero son gente conocida que no me cae bien (incluida tú, la niña que me hacía bullying en la secundaria y ahora tiene 482 seguidores). Es como nuestra fijación con The Real Housewives: soy libre de juzgar lo que ocurre en la pantalla desde la comodidad de mis pants; o sea, “seguir” a esas personas me causa el mismo subidón que tengo cada vez que Kyle Richards me hace sentir –de repente– que mi mierda está toda junta. Y comprobé con una amiga que no soy solo yo (sé que no, pero aun así quiero tener la seguridad de que no soy la única bitch); le pregunté si ella lo hacía y me contestó: “¡Obviamente! Es lo único divertido que hay en Instagram ya”.
¿Por qué te regocijas siguiendo a tus peores enemigos en Instagram?
Regocijo que resulta una jugosa distracción del mundo, dice Meghan Jablonski, psicóloga clínica (y validadora del nefasto scrolling). Ella explica que canalizar tu energía negativa hacia la crítica de tu némesis reduce rápidamente tu propio estrés, tristeza y/o ansiedad. Y alimentar tu propio ego juzgando a los demás puede hacer que tu cerebro libere el neurotransmisor del bienestar, la dopamina, por lo que es fácil crear un hábito. via GIPHY Lamentablemente, esos malos sentimientos reprimidos no desaparecen con tal acción bloqueadora a través del Insta; quedarán a la vista hasta que te ocupes de ellos, advierte Jablonski. Así que lanzar vibraciones negativas para conseguir golpes rápidos de felicidad no es realmente una solución a largo plazo. Pero, ¡pero!, voy a tomar cualquier escapismo de bajo riesgo que pueda conseguir. Como sea, no nos sintamos mal por darnos un gusto al mismo tiempo que buscamos mejores formas de canalizar nuestra angustia colectiva (véase quizás como: baños de burbujas y terapia). O por dar un like –o dos– para que nos recompensen con más contenido que nos es imposible evitar odiar. Traducción: Patricia Alor