Son innumerables las ocasiones en las que me he sentido atrapada por el simple hecho de no saber decir: ¡no! Cientos de veces fui a eventos a los que no quería acudir, me sentí obligada a hacer favores, conviví con gente que no aportaba nada, acepté trabajos que no deseaba... en fin, la lista es larga.
Estoy segura de que tú, como yo, te has encontrado diciendo que sí y aceptando cosas, actividades, actitudes y personas a las que querrías gritarles que... ¡no!
Una y otra vez me pregunto por qué es tan difícil decir “no” sin sentirme culpable, por qué buscamos complacer a otros a pesar de sentirnos incómodas. La respuesta es simple: así nos educaron. Parte de ser “una buena niña” es ser siempre amables, ayudar a los demás, evitar la confrontación y ahí vamos por el mundo, con ese lastre de decir que sí a todo y a todos para obtener aprobación.
POR KIMBERLY ARMENGOL JENSEN
Por qué te cuesta tanto trabajo decir “no” y que dice sobre tu personalidad
Nos cuesta poner límites porque lo consideramos demasiado violento con el otro a pesar de que eso nos cueste nuestro bienestar emocional. Desperdiciamos nuestro tiempo, energía, tranquilidad y hasta dinero tratando de complacer a los demás, siempre a costa nuestra. Y esos otros, invariable- mente, comienzan a abusar al darse cuenta de nuestra incapacidad de poner límites y negarnos a sus demandas.
Temas no resueltos de nues- tra infancia nos llevan a sobrepasar nuestros límites (o no tenerlos) con tal de evitar el rechazo y la crítica de los demás. El vivir así e ignorar nuestras propias necesidades solo nos lleva a un camino de depresión, baja autoestima y agotamiento físico y mental.
¿ES POSIBLE CAMBIAR?
Sí. Siempre. Pero no es fácil. Una vez que hayamos identificado esta constante necesidad de aprobación y aplausos, esa compulsión por ser la “buena niña” es el momento de esta- blecer límites sanos.
Tenemos que recordar e identificar todas esas veces en las que nos encontramos en momentos no gratificantes por la incapacidad de decir “no”. Seguramente en retrospectiva te darás cuenta de que si te hubieses negado no pasaría nada en realidad y te ahorrarías un mal momento.
También es urgente practicar la comunicación asertiva: si te cuesta mucho trabajo solo negarte puedes practicar respuestas que te servirán sin sentirte culpable, por ejemplo: “En este momento no puedo comprometerme con eso”, “No puedo ayudarte con eso, pero puedo recomendarte a alguien más”, “Prefiero no involucrarme esta vez”, “Por ahora no me siento preparada para ello”, “Agradezco tu oferta, pero tendré que declinar”, “Me hubiera encantado asistir, pero no será posible”. Practícalas una y otra vez hasta que fluyan de manera natural.
Por supuesto, hay que saber que algunas personas podrán mostrarse molestas o decepcio- nadas ante tu negativa, pero es parte de la sanación. No pasa nada y ellos son responsables de sus propios sentimientos. Tú solo puedes y debes compro- meterte contigo misma y tu bienestar. Las personas que en realidad te quieren y valoran sabrán respetar tus límites sin ofensas de por medio.
Al principio es muy difícil y seguro sentirás culpa, pero conforme vayas expresando tus límites de manera clara y sin mayores explicaciones irás obteniendo seguridad, te sentirás empoderada y, lo más importante, priorizarás tu bienestar.