Por qué la dieta antiinflamatoria te cambiará la vida

En qué consiste la dieta antiinflamatoria y por qué debes considerarla en tu estilo de vida

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Este es el mejor mes del año para hacer una dieta

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Hasta hace un par de años, pensaba que tenía una dieta de lo más equilibrada y que el cansancio extremo que sentía durante el día (y que, casualmente, desaparecía por la noche) era normal. ¿Dolores de cabeza? Será por pasarme el día frente a la computadora. ¿Hinchazón? Mi retención de líquidos no tiene remedio. ¿Gases? Todo el mundo los tiene. ¿Cambios de humor? La gente es muy pesada. Y así durante años. Para muchos, el único indicativo de que no nos estamos alimentando bien es el número que aparece en la báscula, pero existe una larga lista de síntomas quizá más importantes que el peso.

En mi caso, además de los que ya mencioné, había uno que dominaba mi vida: los brotes severos de dermatitis que arrastraba desde hacía años y que, además de dejarme las piernas repletas de heridas, me afectaban anímicamente y hasta me
impedían dormir.

POR MARIANA PORTOCARRERO

Por qué la dieta antiinflamatoria te cambiará la vida

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Corticoides, pomadas, geles específicos... nada funcionaba. No tenía alergias ni intole- rancias alimenticias, pero sí notaba cómo mi estado mejoraba o empeoraba en función de mis hábitos. Una mañana, tras años de picores intensos y ardor en la piel, decidí ponerme en manos de una nutrióloga. Lo peor que podía pasar era que el problema no mejorase, pero tampoco me venía mal ordenar mi alimentación. Unos meses antes había contactado con una coach con miles de seguidores en Instagram que había superado un cáncer y ahora ayudaba a otras perso- nas. En la primera sesión me presentó un presupuesto de unos €3,000 por realizar un plan personalizado con ella. Su discurso estaba plagado de red flags y cuando le dije que no estaba interesada, me respon- dió: “Si no estás dispuesta a hacer un esfuerzo económico por tu salud, nunca te vas a curar”. Lección aprendida: no te fíes de los supuestos gurús de las redes sociales.

El plan de ataque

Pero volvamos a mi nutrióloga, Sara Albáizar. Después de contarle mi problema y contestar sus preguntas sobre mis hábitos, la calidad de mi sueño, etc., me diseñó un plan para combatir la inflamación que claramente sufría mi orga- nismo y para restablecer el equi- librio en mi microbiota. “Una alimentación antiinflamatoria se caracteriza por ser rica en antioxidantes, fibra prebiótica y nutrientes antiinflamatorios como el omega 3, vitaminas y minerales como el magnesio o el zinc, que favorecen la salud inmunitaria. No incluye alimen- tos inflamatorios, como harinas refinadas, azúcares simples o alimentos ultraprocesados. Es moderada en lácteos y gluten”, explica mi experta. Tal y como explica Sandra Moñino en su libro Adiós a la inflamación (ed. Harper Collins), el cáncer, la ansiedad, la endometriosis o incluso la psoriasis son pato- logías generadas por la infla- mación. “En realidad, cualquier persona que siga una dieta anti- inflamatoria encontrará beneficios. Comemos todos los días de nuestras vidas y realizamos varias ingestas: si los alimen- tos que introducimos favorecen un estado de proinflamación a medio plazo, esto repercute negativamente en nuestra salud”, añade Sara Albáizar. Una teoría que apoyan también desde la clínica Mira+Cueto:

“Esta dieta es la que idealmente deberíamos tratar de seguir todos, ya que evita muchos tipos de enfermedades”. Además, el estrés, la falta de sueño y los picos de azúcar suelen formar parte de este tsunami inflamato- rio tan habitual hoy. Por eso el tratamiento va más allá de las comidas y es importante hacer ejercicio y mantener en todo momento una rutinas saludable.

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Ejercicios básicos de wall pilates para fortalecer tu abdomen y glúteos en 10 minutos

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Mi menú diario

Pero ¿cómo se traduce esto en el día a día? Es fácil: adiós a mi adorada pasta –soy capaz de comer y cenar este plato todos los días de mi vida– a beber cerveza, a merendar un pan de chocolate a media tarde, a los procesados y, sobre todo, bye-bye a mi amor por esas hamburguesas que saben tan bien los días de cruda. Y a las papas y las malteadas que las acompañan, por supuesto. En mi caso, y dada la urgencia por acabar con la dermatitis, decidí seguir estas pautas a rajatabla y eliminar los lácteos y el gluten por completo, al menos durante los primeros meses. “En realidad no es necesaria su total restricción en pacientes en los que no hay ninguna intoleran- cia o celiaquía, pero tampoco

son imprescindibles en nuestra alimentación, así que las pautas las adaptamos en función de cada persona”, aclara Albáizar. “En esta dieta recomendamos reducir los cereales refinados y potenciar los de buena calidad, como los panes de masa madre de cereales que no tienen tanta cantidad de gluten, como el trigo. Es el caso de la espelta, el centeno o el trigo sarraceno. También se pueden mantener los lácteos de buena calidad, como los quesos, yogures y kéfir ecológicos de cabra u oveja, que son buenos probióticos y se toleran mejor que la leche de vaca, pues la fermentación reduce la cantidad de lactosa”, agrega la nutrióloga. Además, se me indicaron una serie de probióticos y suplementos para estabilizar los niveles de cortisol y también restablecer las muco- sas intestinales.

Los resultados

No voy a mentir: la primera semana fue especialmente difí- cil. Cuando estás acostumbrada a comer hidratos de carbono y productos procesados siempre que quieres, renunciar a ellos –sobre todo en momentos en los que tu cuerpo te pide azúcar– es una proeza. Los echaba tanto de menos que, si cerraba los ojos, veía waffles de choco- late. Sí, leíste bien. Pasados los primeros 10 días, mi cuerpo y mi cerebro ya se habían hecho a esta nueva realidad, y comencé a notar los primeros resultados. Lo más inmediato fue una dismi- nución drástica de la retención de líquidos que siempre había sufrido, pero lo más satisfacto- rio fue que en cuestión de pocos días ya dormía mucho mejor, me despertaba descansada y mi energía permanecía estable a lo largo del día, sin picos de sueño ni necesidad de tomar más café. El brote de dermatitis no se curó hasta pasados los tres meses, pero una vez que se fue, nunca más volvió. Mi vida había cambiado por completo gracias a esto.

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Dieta rica en vitamina C

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Nuevos hábitos

Un año después de haber integrado la dieta antiinflamatoria en mi vida, los resultados se mantienen y no me resulta nada complicado seguir las pautas marcadas por mi nutrióloga. He reducido mi consumo de gluten, de lácteos y de hidratos en mi día a día, pero si salgo a cenar fuera o si se me anto- jan en momentos puntuales, los como sin problemas. No he vuelto a saber nada de la dermatitis, excepto por algún eczema puntual y lo mejor, sin duda, es sentirme bien y haber creado un estilo de vida sostenible en el tiempo y beneficioso a largo plazo.

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