Quien tenga un deseo, ¡que se haga cargo! ¿Cuántas veces has dicho que sí cuando querías decir que no? Hablemos de lo que debería ser un derecho humano: querer y no querer cualquier cosa.
Por Luciana Silvera A.
Tribu Mujer
He escuchado innumerables veces decir a mis pacientes cosas como: "¿Estoy mal por no querer (doy ejemplos) concluir mis estudios, ser mamá, hacer ejercicio, crecer en mi trabajo? Tal persona que me ama y quiere verme crecer, me dijo que debería aplicarme para lograrlo”. Y aquí es en donde suelo comentar: ¿pero eso es lo que quieres hacer hoy con tu vida? Y suelen responderme: no, pero debería querer hacerlo, ¿estoy mal por eso?
Son tantas las veces en las que decimos que sí cuando realmente queríamos decir que no, pero terminamos cediendo por presión social y/ó culpa encontrándonos con que estamos exhaustas y que al final de la ecuación, la que recibe un no constante como respuesta, eres tú.
Pienso que las propuestas sociales tienen tendencias muy marcadas en relación al “deber ser”, lo cual está a su vez muy influido por el contexto cultural y religioso de cada región, de manera que lo que “está bien” aquí en México, posiblemente pueda “estar mal” en Bangladesh, así que volvemos a la pregunta: ¿está bien o está mal querer o no querer lo que corresponda a las propuestas y exigencias sociales? Mi respuesta es: depende. Mi sugerencia sería: dejemos de lado los conceptos de “bien y mal” para despejarnos y centrarnos en lo verdaderamente importante: la funcionalidad.
La razón por la que dices “sí" cuando en realidad quieres decir “no”
Te tengo una pregunta mágica y detonadora: ¿Esto que piensas que deberías estar haciendo, te funciona a ti, en el momento que estás transitando? Si la respuesta es sí, adelante, ve a conseguir eso que conecta con tu derecho de querer cualquier cosa (siempre y cuando no afecte el bienestar de terceros, claro está), y si tu respuesta es que no, entonces retomemos la idea central: estás en el derecho también, de no querer cualquier cosa y eso no está bien ni está mal, simple y sencillamente te funciona en el momento que estás viviendo.
Así que concluiría diciéndote: Quien tenga un deseo, ¡que se haga cargo! Porque la sobrecarga mental que implica llevar sobre el hombro el peso de lo que los otros desean e introyectarlo creyendo que deberíamos de satisfacerlo, hace daño en dos sentidos: en primer lugar a ti misma por lidiar con cargas que no te corresponden y en segundo a ese otro, que al ver que tú cargas con lo suyo, no termina de responsabilizarse de lo que le toca.
Tal vez, colocando cada cosa en su lugar, “Yo me hago cargo de mis deseos y el otro también”, puedas encontrar dos panoramas: una vida más ligera, en la que no andas cargando con deseos ajenos y la posibilidad de que esa otra persona, al tener que hacerse cargo de lo suyo, logre lidiar con sus propios conflictos y deseos y quien sabe, en una de esas logre progresar también.