Romper el pacto patriarcal sin duda cambiaría el mundo y el cómo nos percibimos a nosotras mismas... Aquí el otro pacto.
Por mucho tiempo hemos escuchado sobre romper el pacto patriarcal, acción que sin duda cambiaría el mundo y el cómo nos percibimos a nosotras mismas y prácticamente a todas las relaciones humanas a nuestro alrededor. El heteropatriarcado debe caer y mutar a algo más incluyente, género sensible, pero sobre todo justo, pero también hay otro pacto que debemos romper, uno que está más escondido que el dinero de los políticos: el pacto de la envidia. Desde pequeñas pactamos con la envidia, K lo sabe muy bien, ya que desde muy pequeña la experimentó, no de forma natural, sino inducida. De niña K, sufría la ausencia de su madre, algo que no entendía, algo que la marcó y la hizo diferente a las demás, incompleta. En la escuela K miraba como las mamás jóvenes llevaban a sus hijas a la escuela, sonrientes, vigorosos. K era llevada por sus abuela, una mujer mayor con acento extranjero y con pasos más lentos y movimientos más delicados. Su mamá había muerto y era algo que trataba de entender, pero pronto al darse cuenta de su condición, las niñas y niños con familias “normales” hacían burla de su falta de madre y de cómo su abuela era una mujer mayor. ¿Te imaginas el dolor de K? Pues todo ese dolor se transformó en envidia, propiciada por las burlas y la falta de una terapia que la hiciera entender que ella tenía el mismo valor de otras niñas y que lo sucedido no era para nada su culpa. Al crecer, K tenía un cuerpo muy delgado, que también fue objeto de burlas y de comparaciones en casa, basadas en frases como: “Es que no comes bien” “ Es que comes cochinadas” ¿por qué no orientarla sobre los tipos de cuerpos y las etapas de desarrollo? ¿Por que acomplejar aún más a alguien que no la está pasando bien? Por años K, como muchas otras sintió envidia de la del cuerpo voluptuoso, la del novio millonario, la del cabello hermoso, en fin. Pero, gracias a la terapia y a las enseñanzas de la vida, pero también a rodearse de gente no tóxica, aprendió a valorar lo que es y lo que tiene, pero también a aplaudir a las otras a sentirse orgullosa de sus logros y virtudes. Sí, sueña difícil, pero no es imposible, sobre todo en un mundo tan machista que nos enseña a que vale más un coraje, una burla o la envidia misma, que el ver lo positivo en otras. Juntas podemos romper el pacto con la envidia, por lo que te pongo un reto. ¿Te atreverías a decirle lo bien que luce a tu archienemiga la próxima vez que la veas? Hazlo y verás que las dos se verán muy diferente a partir de ese momento.