Durante una larga parte de mi vida, me consideraba fea, desagradable y estaba condicionada a bajar de peso para poder ser feliz. Todo el tiempo me encontraba obsesionada con las dietas y me frustraba entrar a una tienda y no hallar nada que se viera bien en mí. ¿Te suena familiar esta historia?
Todas las mujeres cuando nos observamos en el espejo encontramos detalles que no nos gustan, el problema es cuando dejamos que éstos se vuelvan una carga, un monstruo que nos ataca y despedaza todos los días. Periódicamente en las redes sociales de mi blog recibo una gran cantidad de mensajes pidiendo mi consejo con la fórmula mágica del amor propio. Es bastante triste ver que hay niñas tan jóvenes que automáticamente descartan su cuerpo y lo consideran horrible solamente por no verse como una modelo de Victoria’s Secret o una Kardashian Jenner. Hasta las modelos plus size tienen un estándar; la grasa es aceptada sólo donde está bien tenerla: el busto, los glúteos, la cadera y las piernas. Basta con mirar a Ashley Graham, la mujer no tiene mis cachetes, ni mi panza y, definitivamente, no medimos lo mismo. Con tanto bombardeo de estándares de belleza ‘ideal’, revistas con dietas milagrosas, espectaculares con mujeres extremadamente delgadas, comerciales con aparatos de ejercicio mágicos, películas donde la gordita siempre es la simpática y nunca la sexy, reality shows idealizando mujeres operadas de pies a cabeza y redes sociales con opiniones extremistas, alguien me puede decir en medio de todo esto: ¿dónde queda una mujer como yo? He pensado constantemente en la idea de operarme, fácil y sencillo. Yo también puedo ser Ashley Graham, ahorrar lo suficiente, entrar al quirófano y, seguramente cuando salga, mis seguidores se multiplicarán, por fin me volveré la modelo a seguir, podré ser la gorda que se encuentra de moda, que las mujeres quieren ser y que los hombres desean ¡Por fin! ¿Y luego qué? Cada que me desagrade otra cosa de mi cuerpo regreso al cirujano: ¿de eso se trata?, ¿hasta cuándo?, ¿hasta que ya no parezca yo misma? Me sentí bastante tonta considerando la idea. Es querer tapar el sol con un dedo, pero ahí no está la clave de la felicidad. Cualquiera que no tenga este problema puede mirar desde afuera y pensar: ¡Qué chica tan intensa! Que haga ejercicio, cierre la boquita y listo. ¡Vamos! Como si no lo hubiera intentado ya. Cuando eres gorda, eres gorda y solamente eso, tu mundo gira alrededor de tu sobrepeso, las palabras dieta, calorías y gimnasio dan vueltas por tu cabeza de manera tortuosa todo el tiempo y afecta totalmente en tu entorno: tu trabajo, escuela, hijos, amistades y relaciones, especialmente las amorosas cuando creemos que no somos suficiente. Muchas sentimos que el ser plus size automáticamente nos resta puntos al buscar una pareja, que tenemos que conformarnos con lo que caiga, soportar malos tratos, celos, personas que no nos dan nuestro lugar, etcétera. En mi caso, no me sentía atractiva para ninguna de mis parejas en el pasado, creía que debía compensar mi sobrepeso con otras cosas: dinero, tolerancia, sumisión... Él me estaba haciendo el favor de quererme así gorda, porque “a los hombres, sinceramente, no les gustan así”, él tenía que soportar la vergüenza de salir conmigo y yo tenía que estar muy agradecida por eso. Siempre he pensado que el sobrepeso no es una enfermedad, sino un síntoma; el problema real es otro: depresión, ansiedad, estrés, tristeza, falta de amor, incluso desórdenes hormonales, alimenticios o de tiroides. La clave para superarlo es identificar qué lo causa, buscar sanarlo y reconciliarte con tu cuerpo, de lo contrario únicamente serás una gorda en pausa, operada tratando de fingir que es Kylie Jenner y que todo se encuentra muy bien. ¿Pero por dónde empezar? Con todo el movimiento de Body Positive agarrando fuerza, pareciera que está de moda ser gorda; sin embargo, realmente lo que sí lo está es quererse. Y se ve bien fácil en todas esas campañas de amor propio, videos virales motivacionales con palabras de aliento de parte de extraños anónimos en las redes sociales y modelos curvy apareciendo cada vez más en nuestras tiendas favoritas; si se ve fácil, lo complicado viene al momento de que uno mismo tiene que aceptar el reto de dejar de juzgarse, cuando durante años nos hemos vuelto nuestro primer y más letal bully, y es precisamente aquí por donde debemos empezar.
Mi consejo es: perdónate.
Hazlo por tomar las decisiones que en ocasiones se vieron más fáciles. Perdónate por darte por vencida con el tratamiento, por querer ser Adriana Lima, por comer a escondidas, por torturarte cuando ves a las modelos en la portada de la revista y piensas: ¡yo jamás podré ser una de ellas, soy horrible! Tengo que confesarte algo: detrás de cada portada espectacular hay un gran equipo de producción. Fotógrafos, maquillistas, peinadores, retocadores, asistentes, iluminación, pose, ángulos y mucha actitud. No te puedes comparar con un equipo de profesionales que así se ganan la vida. ¡No te juzgues tan severamente! Quiero que sepas que no te encuentras sola, que no eres la única, y en este mes de la mujer te invito a que des un descanso de pensar en las mil y un formas de cambiar tu cuerpo porque lo odias, en lugar de eso, aprende a amarlo para poder mejorar su salud de manera duradera y satisfactoria. Para mí lo más importante de ser mujer es reconocer que tengo la capacidad de cambiar, de crear y, sobre todo, la oportunidad de renovarme todos los días. Por: La Fatshionista (Priscila Arias)