Seguramente, la flor de cerezo (mejor conocida como SAKURA) no te es desconocida. Además de ser un ícono y emblema dentro de la cultura japonesa, las SAKURA han sido fuente de inspiración inagotablemente versatil para los japoneses.
Generalmente, entre las últimas semanas de marzo y las primeras de abril, las SAKURA florecen a lo largo del archipiélago nipón para el deleite de oriundos y extranjeros. El país entero se recubre de un precioso manto rosado, que dura tan sólo un par de semanas.
Si te das cuenta, en México ocurre algo similar, pero en nuestro caso, el color que predomina en las calles por estas mismas fechas, es el morado de las jacarandas.
‘Ohanami’, la tradición japonesa de ver los cerezos en flor
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Una de las tradiciones japonesas que marcan el inicio de la primavera, es el ‘OHANAMI’ (お花見lit. “ver flores”) donde las personas, en compañía de amigos, familiares, compañeros de escuela o trabajo, realizan un día de campo con el propósito de disfrutar el espectáculo único que ofrece el ver los cerezos en flor.
México también quiso tener árboles de cerezo
A principios del siglo XX, Pascual Ortíz Rubio -presidente de México en aquel entonces- solicitó al gobierno japonés una donación de miles de árboles de cerezo. La intención era colocarlos en las calles principales de la Ciudad de México como un símbolo de amistad entre ambas naciones. Sin embargo, al ver que las condiciones climatológicas y agronómicas de nuestro suelo no eran favorables para su desarrollo, el proyecto nunca se llevó a cabo.
El japonés que trajo las jacarandas a México
Fue Tatsugoro Matsumoto quien determinó que las condiciones del suelo mexicano no eran favorables. Matsumoto fue uno de los primeros emigrantes que llegó a México a finales del siglo XIX, pero antes establecerse de forma definitiva, fue invitado a otros países de América debido a su amplia experiencia en creación y diseño de jardines japoneses.
Uno de los trabajos más importantes que realizó fue el diseño y cuidado de los jardines residenciales de la Colonia Roma. La elegancia y belleza de su trabajo le trajo gran reconocimiento por parte de la sociedad porfiriana. Tal fue su fama que su nombre llegó a los oídos del presidente Porfirio Díaz, quien lo invitó a hacerse cargo de los arreglos florales del Castillo de Chapultepec, así como del bosque que lo rodea.
Tiempo después, recordando la intención que alguna vez tuvo el gobierno mexicano de tener sus propios árboles de cerezo, Matsumoto recomendó al gobierno de Álvaro Obregón plantar en las principales avenidas de la Ciudad de México árboles de jacaranda. Estos árboles fueron traídos por Matsumoto desde Brasil y reproducidos en sus viveros. Matsumoto notó que las condiciones climatológicas favorecían a que los árboles florecieran al inicio de la primavera, tal como lo hacen los árboles de cerezo en Japón. El árbol de jacaranda se reprodujo tanto, que en México empezó a considerarse como flor nativa.
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Los árboles de cerezo son hermosos sin duda, sin embargo sería positivo apreciar más lo que tenemos en casa.
Conociendo la historia detrás del origen de los árboles que revisten nuestras calles de color violeta, podemos recordar que después de todo, México y Japón no son naciones tan lejanas como parece.
¿Te animarías a organizar tu propio ‘OHANAMI’ con jacarandas? ¡Nos encantaría que nos compartieras tus fotos!