Cuando el cáncer de mama se manifiesta en la vida de una mujer, su historia adquiere una forma caleidoscópica, en la que cada integrante de la familia mira desde su perspectiva una imagen diferente de la situación y también de quien le hace frente en primera persona al padecimiento. Así es como los hombres miran a sus parejas.
Alana, Nunca has sido una persona fácil, lo sabemos y no quiero decirte que eres perfecta porque entonces te darías cuenta de que no estoy siendo honesto. Te enojas con todos los que te rodeamos y lloras sin detenerte a ver que contigo, sufrimos esa misma angustia y desesperación o no sé qué otras cosas más sentimos, pero esta carta no es para reprocharte ni para hacerte sentir mal, por el contrario, quiero decirte que igual te acepto y trato de comprender lo que pasas. Hay mucha incertidumbre sobre lo que sucederá pero toda tu familia y yo principalmente, estamos contigo. Solo quiero pedirte que por favor no dejes de luchar porque entonces sí, al menos yo no sabría qué hacer; tenemos una niña que te necesita y que no comprende por qué te sientes tan mal y a veces ya no tienes ni ánimo para jugar con ella. Ahorita, mientras escribo esto, te veo ocupada apoyándola con la tarea y al mismo tiempo contestando tus correos electrónicos y quiero decirte que esa es la Alana que quiero ver, corriendo con tu tapete de yoga para ir a tu clase que tanto bien te brinda. A la mejor no he sido el mejor compañero, pero te prometo que si tú sigues, yo te voy a ayudar en todo, seré más paciente, comprensivo y estaré muy atento de tu salud. Abraham *Esta carta aparece editada en la versión print por motivos de espacio.