Empezar a hacer yoga no es fácil para nadie, convertirte en yogui ¡mucho menos! Pero esta vez te vamos a contar sobre un estilo que estamos 99.9% seguras que no has probado: incluye perritos.
He tratado de practicar yoga más de una vez. De todo tipo (con excepción del prenatal); la tradicional, a altas temperaturas -lo más incómodo del mundo-, para tonificar, resetear tu cuerpo y mente son las que recuerdo. Si bien disfruté unas más que otras, jamás pude volverme una yogui, pero el yoga con perritos es otra cosa. Por Dafne Ruiz Lo mío, lo mío son los pilates reformer (en cama). Pero como soy una consentidora de lo peor, decidí sorprender a mi significant other -que sí es fan- con una clase distinta, y hasta ahora, la que ha sido la más divertida para ambos.
¿Qué hace tan fantástico el yoga con perritos?
Como ya leíste abajito del título, se trata de la participación de unos peludos; unos cachorros bastante juguetones que buscan dar y recibir mucho amor desde que calientas, realizas varias de las poses del guerrero, hasta que terminas. Para la fundadora de Denver Yoga Social, Shannon Chalmers, quien busca incentivar el sentimiento de comunidad, esta fue una de las maneras de invitar a la gente que quiere incursionar en yoga, pero que se siente intimidada por distintas razones y así no se lo tome tan en serio. Porque la vida y lo que hagamos debe ser así: cero estrés. El reto no consiste en llevar a cabo la clase sin fallar sino de hacer lo que puedas sin presionarte.
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Es más, cuando estás concentrada y los cachorritos comienzan a correr entre tus piernas, lo único que quieres es jugar con ellos o abrazarlos. ¡No importa que de repente mojen o ensucien tu mat! La maestra se encarga de limpiar para que continúe la diversión. Unos hasta se montarán en ti, te darán besos o intentarán jugar con tu pony tail. Los acaricias, los cargas… o solitos vienen hacia ti cuando menos te lo esperas. De verdad, no molesta en absoluto, es una terapia necesaria, un apapacho que te hace olvidar por un momento de todo lo malo.
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Al mismo tiempo que los cachorros convierten la clase en una experiencia llena de risas digna de recordar, ellos tienen la oportunidad de ser adoptados (inserte lagrimita aquí). Sí, Denver Yoga Social trabaja de la mano con refugios para ayudar a los perritos a encontrar un hogar. Si bien no todos logran conseguirlo, ha habido algunos casos de éxito como el de Nicole, quien solo iba a probar la clase y salió con un compañero de vida. Awww. ¡Cuando hay conexión, no puede negarse! A veces no lo buscas sino que te encuentra, te escoge. Una verdadera dicha.
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En caso de que lo tuyo no son los perritos (ice queen), existen otras formas bárbaras de practicar yoga. ¿Con cabras bebés? (La inspiración del concepto de Adoptable puppy yoga). ¿O qué tal tomar clase en un campo de lavandas? No solo será super relajante, ¡imagínate las impresionantes fotos que se pueden publicar en Instagram! Si eres fan del brunch, las mimosas o el helado, al finalizar las clases esa será tu recompensa. Por último, ¿cómo te suena yoga viendo el atardecer de verano mientras DJs amenizan la sesión? Para Denver Social Yoga, parece que el cielo es el límite.
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