Al contrario de lo que se piensa, el mensaje que la directora quiso transmitir es muy positivo para las mujeres
Cuando la actriz Renée Zellweger aceptó participar en la tercera entrega cinematográfica de Bridget Jones estaba dispuesta a engordar de nuevo 15 kilos -como ya hizo en las dos anteriores- para interpretar a la solterona británica más famosa del mundo.
Sin embargo, Sharon Maguire -directora del filme- la convenció de que en esta ocasión no era necesario porque prefería explorar la idea de cómo alcanzar su peso ideal no había conseguido hacer feliz al personaje, que se pasaba las dos primeras películas contando obsesivamente calorías, unidades de alcohol y cigarrillos.
“Sharon quería que mostráramos que Bridget había logrado alcanzar su peso ideal y, al mismo tiempo, que eso no había conseguido que su vida fuera perfecta. Yo no estaba muy segura sobre eso, porque todos tenemos cosas que creemos que están mal, que necesitamos arreglar, y que en nuestras mentes representan el ideal de lo que debemos alcanzar. Y me gusta la idea de que esa sensación nos acompaña durante toda nuestra vida”, confiesa la intérprete en una entrevista.
La salida a la luz del primer tráiler de la cinta ya mostraba a una Bridget con una figura más esbelta de lo habitual, un detalle que no pasó desapercibido a sus fans y que generó cierta polémica para sorpresa de la propia Renée, que después de tantos años sigue sin comprender la obsesión con sus subidas y bajadas de peso y con las de su personaje en la ficción.
“Gané solo unos pocos kilos. También me puse pechos y una barriga de embarazada falsa. Bridget tiene un peso perfectamente normal y nunca he comprendido por qué importa tanto [lo que pase]. Ningún actor masculino tendría que soportar tanto escrutinio si hiciera lo mismo para un papel”, se quejaba la actriz en una entrevista.