Esa figura masculina que te ha acompañado desde que naciste tiene un gran impacto en tu desarrollo, es quien ha sumado para que te conviertas en la mujer que eres y ahora es momento de reconocer a este héroe sin capa llamado papá. ¿Qué tienen en común Ryan Gosling, George Clooney, el príncipe Harry y tu papá? No es ni lo guapos ni lo populares, sino su afán por ser buenos padres y cumplir con la parte que les toca en la formación de sus hijos. Y es que el papel de un papá no se trata nada más de llevar la comida a la mesa, pagar el colegio de su hija y protegerla de esos chicos que con buenas intenciones, o no, se acercan a su eternamente niña pequeña. Ser padre tiene consigo una serie de responsabilidades y aprendizajes que solo de su mano puedes obtener, no porque tu madre no sea capaz de hacerlo, sino que simplemente hombres y mujeres cumplen misiones distintas.
Fuerza, templanza y esfuerzo
Ese amor protector que recuerdas de la infancia, fue el que te transformó en una mujer segura y capaz de tolerar los embates que supone crecer para salir al mundo e ir por sus sueños, alegrarte por ellos cuando los logras y perseverar cuando se resisten a concretarse. “El padre y la madre pueden dar su dosis de amor hacia las hijas, pero no quiere decir que sean distintos tipos de afectos, sino que las enseñanzas van por caminos diferentes, complementándose, y gracias a ello las chicas pueden construirse como mujeres íntegras. Nunca se puede comparar o pensar que solo la presencia de uno de ellos es necesaria o suficiente, porque lo que aportan es distinto e indispensable”, dice la psicóloga Mariana Rivera. El que esté presente marca una diferencia enorme en el desarrollo de una niña. Existen estudios realizados por la Universidad de Stanford, Estados Unidos, que señalan que las mujeres que crecieron en compañía de un padre presente y participativo tienen mayor posibilidad de triunfar en la vida, gracias a que de ellos obtuvieron aprendizajes invaluables que se pueden enriquecer con la colaboración de la madre, como es la capacidad de resolver problemas, la búsqueda de objetivos que representan un mayor reto, así como la vivencia de valores como la templanza, el trabajo y la perseverancia, por mencionar solo algunos. En este punto, recalca la especialista, es importante entender que no significa que una madre no pueda aportarle esto a sus hijas o que si no tuviste la suerte de tenerlo a tu lado no hubieras podido desarrollar estas capacidades, pero como ejemplifica Mariana Rivera, “es como cuando se habla de una alimentación completa: si la tienes se podría decir que estás sana, pero si hay una deficiencia de calcio, seguirás saludable y sin embargo tendrás esa carencia para la que necesitas tomar un complemento hasta superarla; lo mismo sucede cuando el padre o la madre están ausentes”. Es una metáfora para tener en cuenta.
Un mundo de aprendizaje
Papá no es solo un proveedor y tampoco esa imagen terrorífica con la que alguna vez alguien trató de meterte en orden (“Vas a ver cuando llegue tu papá”); él es una fuente de amor y conocimiento interminable, de él aprendes a comunicarte con los hombres, a descubrir esos mundos que para ellos son el paraíso como los deportes o los autos, cómo viven sus pasiones, cómo expresan el amor y gestionan sus emociones, entre otras muchas cosas. Si tu experiencia con tu papá fue positiva, es seguro que sabes que los hombres también son inteligentes, activos, capaces de hacer cosas geniales y puedes integrarte con ellos en todos aquellos campos que representan una competencia, sin esa idea errónea de minimizarlos, porque tienes muy claro que hombres y mujeres son diferentes, y tienen su propia forma de desenvolverse. “Quien ha vivido la experiencia de compartir con una figura paterna confiable conoce a la perfección que ambos géneros tienen algo que aportar en todo momento y no se pelean con sus diferencias. Sin haberlo estudiado puntualmente, saben que el cerebro de unos y otras funciona de manera distinta y no lo toman como un punto de ventaja sobre ellos”, afirma la experta. De él quizá tengas recuerdos increíbles de tu infancia y adolescencia, como cuando te enseñó a andar en bici y en patines, o a jugar fútbol, y más tarde cuando te daba oportunidad de mover el auto en el garaje o de conducir un par de cuadras antes de llegar a casa. Todas esas son habilidades motrices que aprendiste de él, por eso ahora es posible que puedas bailar o subirte a un step para ejercitarte sin hacer referencia a tus dos pies izquierdos, lo que es muy importante.
¡Gracias, daddy!
No puedes negar que cuando eras pequeña, y estabas en aprietos, tu mundo se iluminaba con solo llamarlo: era como si te dieran superpoderes para enfrentar lo que fuera. Esa seguridad, que incluso hoy sale a flote en los momentos más difíciles y que te impulsa a seguir adelante, viene de tu papá, de la forma en que te protegía y te animaba para que hicieras algo que te daba miedo, demostrándote cómo hacerlo para que no fallaras, en lugar de decirte: “Te vas a caer” o “bájate de ahí”. Y tu amor al trabajo, y esa necesidad de crecer, también es su herencia: “Los hombres por un tema evolutivo están llamados a ser proveedores, a desarrollar la fuerza y a ir en busca de más para su familia. Esa etiqueta la han tenido que arrastrar a lo largo de los tiempos y esto, aunque no lo creas, lo alejaba de sus hijos y sus esposas, porque ellas tenían la responsabilidad de atender el hogar y formar a los críos, que crecían con una formación incompleta aun cuando el padre existiera. Cuando él es participativo, tú puedes ver cómo vive el trabajo, desarrolla sus proyectos y se siente tan satisfecho cuando cubre las necesidades de los suyos y aprendemos a hacerlo cuando crecemos a su lado”. Esto fortalece tu necesidad de conquistar tu independencia y el deseo de hacer cosas por ti misma, no porque pienses que no necesitas a alguien, sino porque amas la libertad de usar todas tus habilidades y créelo, si llegas a tener la necesidad de apoyarte en alguien, lo harás sin miedo, porque esa experiencia de haber tenido la fortaleza de tu padre que te impulsaba está en tu memoria.
Ponle la capa
Parecería que el hecho de hablar de heroísmo y grandeza son casi virtudes de ficción que nadie consigue y que en la vida cotidiana son más una ilusión que una posibilidad. Pero no es así, tu padre con su presencia no solo ha cumplido con su labor de educarte, también de hacer de ti una mujer fuerte, segura y capaz de ir a la conquista de cada una de sus metas laborales y personales. Meg Meeker, autora de Padres fuertes, hijas felices (Ed. Ciudadela), explica que las mujeres necesitan el apoyo y amor que solo los padres pueden brindarles y que a diferencia de lo que se cree, que únicamente importa la poderosa imagen materna, ellas no son indiferentes en presencia de sus papás: “No se pierden ninguna de sus palabras”, enfatiza, y agrega que el vínculo entre ellos es un factor muy significativo a lo largo de la vida, ya que este será un punto de partida para un sinfín de decisiones que ellas tomen.
El rol de papá
La autora explica que el Departamento de Salud y Servicios Sociales de los Estados Unidos publicó un estudio a final de la década de los 90, en el que se expone que las chicas que perciben que sus padres se preocupan por ellas y que se sienten unidas a ellos, muestran un menor índice de suicidios y menos problemas psicológicos como depresión, baja autoestima y uso de sustancias nocivas, además de que son el doble de constantes en sus estudios. ¡Fantástico! Meg Meeker afirma que para ser un buen papá no es necesario que se lean todos los trabajos y libros de psicología para saber lo que tiene que hacer. Todo lo que tú necesitas, aun ahora que eres adulta, es que pase tiempo contigo, y si ya no está a tu lado, es suficiente con que recuerdes todos los momentos que pasaste con él y los aprendizajes que puntualmente te dio o aquellos que tomaste tan solo con su ejemplo. Por: María del Carmen López
Este artículo fue originalmente publicado en nuestra edición impresa:
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