¿Quién no ha caminado por la ciudad y ha experimentado mil emociones y sensaciones, protagonizando un #RoadTrip muy cercano?
Por: Manu Nna Hoy saliendo de hacer ejercicio pensé en lo bien que me siento –sano, alegre, ocupado y entusiasta–, pero el clima del día dice lo contrario; no ha parado de llover en días. Me dirijo a mi casa, estoy cansado. Llegando pongo un poco de música, mi playlist, tan ecléctica como mis gustos por los sabores del helado. Descubrí las canciones de Ed Maverick y no he dejado de escucharlas desde entonces. Amo la intensidad de sus letras, el amor y la pasión que reflejan. “Juventud, divino tesoro”, fue lo que pensé, como si ya estuviera en edad de ser tía y de tener achaques como el frío en los pies y el dolor de rodillas. Hay dos sabores de helado que me gusta mezclar: café́ y cereza. Siempre pido esa combinación cuando voy a la Cineteca Nacional, que es uno de mis lugares favoritos para estar. Mi sitio de paz, mi lugar zen. Es un oasis en medio de esta ciudad; entras y no hay ruido de avenidas, solo una arquitectura deslumbrante, áreas verdes, restaurantes y tiendas con joyas cinematográficas. En la Cineteca hay kioscos que venden helados ROXY, artesanales y mexicanos, con más de 70 años de existencia. Ayer fui a ver tres películas, a veces me gusta estar todo un día entero ahí́. Me llevo mis libros, una libreta para anotar, ganas de ver cine y dinero. Los martes los boletos salen a mitad de precio igual que los miércoles. Ese día empecé viendo Dolor y Gloria, de Pedro Almodóvar, a quien admiro profundamente y sueño en convertirme algún día en su chica, “una chica Almodóvar”. Qué película tan entrañable, pero entrañable de llegar a las entrañas y hacerte sentir tantas cosas y un vacío inexplicable; te dan ganas de llorar y de amar y de seguir sobreviviendo, pasando del dolor a la gloria. Gracias, Pedro, por esto que me haces sentir.
Fui por un café antes de dirigirme a la otra sala, recordando a quien sí fue una chica Almodóvar. Gael García ahora dirige una película, CHICUAROTES, reflejando la crudeza de una situación actual de un México en el que siento familiar. A pesar de no vivir todas esas situaciones a diario, sé de alguien que las vive. Disfruto las actuaciones, los escenarios y los rostros conocidos en esta cinta (yo hice el casting, no me seleccionaron, pero tampoco quise juzgar ni un poco a quien hizo mi papel). El clima es frío, está a punto de llover. Comí algo muy rico. ¡Por cierto!... en La Chicha, que está dentro de la Cineteca, sirven comida rica, abundante y bien preparada. Como un emparedado de chorizo español con queso gouda y descubrí un ligero toque a pesto... ¡uf, qué delicia! Tienen una bebida que me encanta, Choco chai. Como su nombre lo indica es chocolate con té chai. Lo pido y entro a la siguiente sala. Escogí una película al azar, Las Hijas del Sol, basada en hechos reales. Refleja la vida de mujeres que se levantan en armas para huir del secuestro y sobrevivir. Cerca de ponerlas como víctimas, empodera a las mujeres en una situación en donde ellas son líderes de guerra. Con momentos difíciles de digerir, es un filme bello y reflexivo. Salgo de la sala y la lluvia ya había pasado. La noche ya cayó y cuando camino rumbo a casa me topo con un local, que también es un refugio en medio de este oasis. Sobre la calle de Mayorazgo está una iglesia y en contraesquina un local sin nombre que vende un pozole recién hecho por la dueña de la casa. Qué gloria cenar un pozole casero con su limón y su lechuga. Todos los estudiantes, jóvenes, parejas, adultos y seres solitarios como yo, comparten la mesa y se disponen a cenar. Cerrando la noche de la mejor manera, me encamino al metro de la CDMX. Es caótico cuando llueve, pero es el medio de transporte más efectivopara llegar a mi casa. Llego a mi casa y me preocupa la lluvia por la gotera que tengo en el baño. Vivir en esta ciudad a veces tiene sus desventajas; habito una casa antigua que pide a gritos su remodelación, pero justo en el baño hay una gotera. Mi casero me dice que lo resolverá y solo espero que esta noche –que se ve que no dejará de llover– no se inunde mi casa. Me pongo mi pijama y tomo ese libro del que recuerdo fue un impulso el que me llevó a tomarlo, Una jaula de oro se llama. Cuando lo comencé a leer me pareció muy sensual la manera de introducirme al mundo de la protagonista; casi pornográfica y llena de detalles. Me fascina la idea del slogan: “La venganza de una mujer es bella y brutal”. Wow!
Leyéndolo me lleva del drama a lo trágico, de lo aspirante a lo terrenal y de lo brutal y ficticio a lo sensual y romántico. La lluvia continúa en la ciudad, mientras me preparo un té de canela con anís para continuar leyendo. Anhelo la compañía y el abrazo de alguien. Me habla por teléfono un amigo muy cercano para decirme que su perra había muerto. Yo la cuidé un tiempo y fuimos felices. Pensé y agradecí por la felicidad que me brindó cuando vivía, ahora ya está en el cielo de los perros. Hoy, de camino a casa, entré a una librería y adquirí otros tomos. Me encanta comprarlos, esa dinámica de tomarlos, oler sus hojas, ver sus portadas, sentirlos. Tengo bastante que leer ahora sí. Después de mi lectura nocturna, hago mi ritualde noche: lavarme la cara, los dientes, meditar qué hice en el día, desechar lo malo y disponerme a leer. Pensar en la chica Almodóvar que quiero ser, en que deseo aprender a hacer pozole y en que un día muy cercano, la combinación de mi helado favorito la va a conocer la persona que me tome de la mano, camine conmigo y me lleve al cine.