“Las lágrimas son como la lucecita amarilla que enciende en el tablero de tu carro. La próxima vez que te sientas al borde del llanto, pon atención”, aconseja Kreamer. “La mayoría de las mujeres que lo hacen en el trabajo no lo realizan porque estén tristes. En realidad, se encuentran enojadas o frustradas”.
Si puedes hacer una pausa en ese momento e identificar la razón, te ayudaría a idear maneras constructivas para recuperarte más rápido y ser más eficiente a tus labores. Así que pregúntate: ¿sientes que te faltaron al respeto?, ¿alguien de tu equipo siempre se lleva el crédito de tu trabajo? Después halla una manera de solucionar el problema, ya sea que debas tener una plática con tu jefe acerca de tus necesidades o confrontar a la persona que roba todas tus ideas. Con suerte, este enfoque tranquilizará cualquier enojo y secará las lágrimas de una vez por todas. Cuándo salir corriendo Aunque llorar es cada vez más aceptable en ciertos campos laborales, la (horrible) verdad es que en muchos trabajos sigue siendo algo prohibido. Así que mientras tus ojos rojos no te avergüencen, afirma Kreamer, las emociones son contagiosas, y para ser vista como una compañera laboral ideal necesitas ser cortés con tus colegas (después de todo, si alguien a tu lado estuviera sollozando de manera constante, seguro también te distraerías). Por lo que una buena regla es: si son unas cuantas lágrimas podrías quedarte en tu lugar, pero si estás cual protagonista de telenovela, busca privacidad lo antes posible, dirígete al baño con los pies arriba para que no reconozcan tus zapatos o al pasillo, o sal a dar una caminata.