Déjate llevar por lo vibrante de la ciudad canadiense más grande para conocer cada rincón. No importa cuánto planees tu agenda, siempre hay espacio para improvisar. Hacía tiempo que deseaba este viaje. Jamás había pisado tierras canadienses, mucho menos sola, y me pareció que lo mejor para explorarlas era llegar a Toronto en su temporada veraniega. Ahora, desde las alturas, solo un par de horas me separan de mi destino y la emoción de sumergirme en lo desconocido y sola hace mella en mi temple. No suelo viajar sola, pero no podía dejar pasar la oportunidad de pisar Canadá por falta de compañía, menos cuando es una de las ciudades más seguras del mundo y, a descripción de una amiga, llena de gente amigable.
Repaso nuevamente todo: hospedaje, itinerario, sitios de interés. Con apenas tres días y un cuarto con un vuelo de regreso temprano, pensé seriamente dónde quería estar, fotografiar, perderme. Lo bueno es que aterrizaré en la mañana, lo que me permitirá moverme al downtown y aprovechar una mañana sin gente en el museo Bata Shoe –soy fanática de los zapatos–, que tiene una admisión muy accesible para ver la colección más grande del mundo de zapatos de todas las épocas y sus accesorios, y al Gardiner Museum, para comer un lunch en el Clay restaurant, que colabora con el grupo de catering the Food Dudes y permite disfrutar platillos contemporáneos y novedosos. Después del check-in y caminar por el Graffitti Alley para tomar un par de fotos, quiero cerrar mi primer día en la CN Tower y ver el atardecer desde las alturas aunque no sea fanática de ellas. ¿¡Cómo podría no intentarlo y negarme a tener la mejor foto de perfil!? Además, es mi excusa para probar el menú de tres tiempo de 360 Restaurant y sus ingredientes canadienses para cerrar con broche de oro el primer día.
Sin embargo, sé que hay más cosas que museos y quiero devorar Toronto con cada sentido. Por eso es que no puede faltar mi sándwich de tocino peameal, la recomendación que me dio más de uno, y un par de bocadillos del mercado St. Lawrence; además es perfecto para fotografiarlo al igual que el edificio Gooderham, dos ejemplos de arquitectura del siglo XIX que moldearon el skyline de la ciudad.
Para ver otro edificio de dicho siglo puedo atravesar el parque St. James y visitar su hermosa catedral antes de caminar los casi dos kilómetro que la separan de Allan Gardens, un jardín botánico para ver todo tipo de flora exótica y nativa. ¡Qué bueno que traigo mis tenis cómodos puestos desde ahora! Sé que no lo voy a lamentar. Igual podría caminar unos 10 minutos más y llegar a las marquesinas brillantes de Dundas Square para aprovechar y comer además de ver algún performance mientras descanso.
Lo único de lo que debería preocuparme es subirme al metro y llegar antes de las 4:30 para el último tour de Casa Loma, un castillo con túneles y pasadizos de 1914 construido por un millonario. ¿Quién me había dicho que luego hacen escape rooms ahí? Después, lo único seguro es que visitaré Gerrard India Bazaar, en Little India, para cenar y hacer un par de compras.
Podría parecer muy controlador repasar los detalles del viaje a una hora de aterrizar, pero sé que teniendo claro lo que quiero ver, puedo dejarme llevar por lo que no conozco. Y el mejor lugar es Sugar Beach, donde puedo descansar de los dos días anteriores mientras me bronceo.
Después podría visitar the Harbourfront Centre y con suerte ver alguno de los 18 conciertos del festival Summer Music in the Garden 2019, a orillas del Lago Ontario, antes de buscar mi mayor debilidad: una cata de cerveza artesanal en el cercano Amsterdam Brew House, comer y ver qué me depara la tarde junto al muelle. ¿Quién sabe a quien podría conocer? O ¿Qué tanto me faltará por conocer? Tal vez aterrizando pueda cambiar el boleto de regreso y explorar unos días más.
¿Quieres planear tu viaje por esta ciudad cosmopolita? Visita este sitio y descubre en qué otros sitios puedes perderte y explorar. Por: Marissa Espinosa.