Amar profundamente a alguien y no sentir atracción sexual por esa persona puede parecer imposible, pero en realidad es algo más común de lo que crees. Muchas personas se encuentran en relaciones donde hay cariño, admiración y conexión emocional, pero el deseo físico simplemente no está presente. ¿Por qué sucede esto y qué significa para la relación?
Primero hay que entender que el amor y el deseo no siempre van de la mano. En la psicología y la sexología se habla de tres componentes clave en las relaciones: el amor romántico, que se basa en la conexión emocional y el compromiso, la atracción sexual, que es el deseo físico y la química erótica, y el amor completo, cuando ambos elementos se combinan en una relación equilibrada. Sin embargo, es posible que en una relación predomine el amor sin que haya un fuerte deseo sexual.
Las razones detrás de esto pueden variar. Algunas personas descubren con el tiempo que su orientación sexual no coincide con la relación en la que están. Otras, tras años de convivencia, experimentan un cambio en la química de pareja, donde la pasión inicial se transforma en un amor más fraternal.
También pueden influir factores emocionales como el estrés, traumas pasados o problemas de autoestima que afectan la forma en que experimentan el deseo. En algunos casos, simplemente no hay una atracción sexual fuerte porque el cerebro ha colocado a la pareja en una categoría más cercana a la amistad o la familia.
Si te encuentras en esta situación, lo importante es reflexionar sobre lo que realmente quieres y necesitas. Preguntarte si la falta de deseo te hace infeliz o si es algo con lo que puedes vivir sin problemas es un buen punto de partida. También es útil analizar si es un sentimiento temporal o permanente y si hay interés en trabajar en ello con la pareja. En algunos casos, la terapia de pareja o la asesoría en sexología pueden ayudar a entender mejor la dinámica y encontrar soluciones.
En resumen, sí es completamente posible amar sin sentir atracción sexual, y eso no significa que algo esté mal contigo o con tu relación. Lo importante es reconocerlo, hablarlo con honestidad y decidir si la relación, tal como está, te hace feliz o si necesitas explorar otras opciones para encontrar un equilibrio que funcione para ambos.