Por años, hablar de sexo ha sido visto como algo inapropiado, especialmente para las mujeres. Se nos ha enseñado que es un tema privado, que hay que tratarlo con discreción y que, si lo mencionamos abiertamente, podríamos ser señaladas como vulgares. Pero, ¿realmente lo es?
Entendamos que la sexualidad es una parte natural de la vida. No se trata solo del acto en sí, sino de cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, nuestras emociones y nuestra identidad. Expresarlo y hablarlo de manera abierta y respetuosa no debería ser motivo de vergüenza, sino una herramienta para conocernos mejor y vivir nuestra intimidad de manera sana y plena.
Entonces, ¿por qué sigue existiendo la idea de que hablar de sexo es vulgar? Mucho tiene que ver con ideas culturales y religiosas que por generaciones, han impuesto límites sobre lo que se debe y no decir en público, sobre todo cuando se trata del placer femenino.
Honestamente, también influye mucho la doble moral, mientras que a los hombres se les alienta a explorar su sexualidad y hablar de ella sin temor ni pena, a las mujeres se les exige discreción, se les enseña a reprimir sus deseos y se les juzga si deciden expresarlos. Si a esto le sumamos la falta de educación sexual, convierte la sexualidad en un tema lleno de mitos y tabúes, generando incomodidad y fomentando la desinformación.
Pero la realidad es que hablar abiertamente de sexo tiene más beneficios de los que crees. Nos permite conocernos mejor, entender nuestro cuerpo y nuestras necesidades sin culpa ni miedo. También mejora la comunicación en pareja, fomenta relaciones más sanas y ayuda a desmitificar el placer femenino, permitiendo que dejemos de verlo como algo prohibido o vergonzoso.
Al final del día, la cuestión no es si hablar de sexo es vulgar o no, sino cómo lo hacemos. No se trata de abordar el tema de manera grosera o irresponsable, sino con conocimiento, naturalidad y respeto. Informarnos, compartir experiencias y aprender unas de otras no solo es válido, sino necesario. Es hora de dejar atrás la idea de que expresar nuestra sexualidad nos hace menos valiosas o menos dignas.