Después de un año de ausencia (¿gracias, Covid-19?), el universo conspiró para que nuevamente escriba sobre mis aventuras. Ok, no fue así. La verdad es que tuve que rogarle a mi nueva editora para que me dejara regresar por una muy buena razón: ¿Cómo es posible que llevemos tantos años hablando de empoderamiento (término que aparece hasta en la sopa) de la mujer, pero sin incluir al sexo? Y no me refiero a la promoción del cuidado de la salud sexual sino a cómo vivimos cada acostón que tenemos o a cómo nos relacionamos con nuestra sexualidad.
Sígueme en Instagram: @MsDafneRuiz Una chingona en su profesión, en finanzas, como mamá, pero posiblemente algo -o muy- frustrada en la intimidad. Parece que está bien que se nos invite a destapar nuestro potencial en todo menos ahí. NO. NO. Y NO. Hace mucho que dejamos atrás las guías para ser una diosa en la cama y volver loco a un hombre. Sin embargo, pasamos de presumir que todo se trata del placer personal (aunque siempre existiremos los famosos givers) a prácticamente no hablar del tema por distintos motivos. Recuerdo la primera edición de Cosmopolitan que tomé en mis manos a escondidas. Un artículo decía: “Cómo atender a las joyas de la corona” (o algo así). Quedé impresionada con los consejos tan detallados para brindar el mejor sexo oral que te puedas imaginar. Después de memorizarlos los llevé a cabo en una, dos, tres, cincuenta ocasiones. Al día de hoy puedo decir que todavía los aplico, y saben qué, estrellita en la frente. Sepan que en mi caso, mi desempeño en la cama me hace sentir no bien, sino poderosa. Como lo dijo Samantha de Sex and the City: “Abajo mandas tú; aunque estés de rodillas, en cualquier momento se lo puedes arrancar” (o algo así). Por cierto, querida lectora, admitir que disfrutas dando sexo oral no te hace p***a, te hace una persona libre y satisfecha. Eso va también para todas esas mujeres que critican a otras por andar de “libertinas”. Obvio no han entendido en qué consiste la también sonada sororidad. Son las mismas que me han tachado de no ser feminista porque subo fotos en ropa interior o desnuda a Instagram (ya ni hablar de mi cuenta de Only Fans), por haber tenido una experiencia como sumisa, por disfrutar del sexo como si estuviera en una película porno o por el simple hecho de que me encanta pedirle a mi pareja en turno que me diga ciertas palabras o frases para ayudarme a llegar al orgasmo. Todo eso, según ellas, me convierten en una… sí, p***a. Por lo que, además, les digo que lean Slutever de Karley Sciortino. ;) Después de 23 años de que se estrenó Sex and the City, es triste que se sigan arrastrando los mismos prejuicios. ¿Qué me gustaría que hicieran los espacios que tienen como pilar el empoderamiento? Enseñarle a las mujeres cómo ejercer su sexualidad de forma plena; a no sentirse mal por acostarse con alguien en la primera cita; recomendar cómo tener un sexting responsable o lo más seguro posible; dejar de satanizar y comenzar a respetar a otras por ser espíritus libres con un sex appeal difícil de ocultar. En otros verbos: apoyar, confortar, guiar, acompañar. Vaya, tener sexo -en general- no es fácil, no tenemos por qué volverlo más complicado. Sé que hubiera sido genial que el relanzamiento de la columna tocara otro tema con la chispa que la caracteriza, pero no quise ignorar lo que percibía: un desinterés o miedo enorme por hablarle de sexo a la mujer. No es que seamos insaciables o adictas al sexo, pero por naturaleza humana dudo que el deseo sexual quede rezagado u olvidado en un cajón. Lo que ahí debemos tener son varios condones, un vibrador (mínimo), así como todos los juguetitos que quieras. #FreeBritney