Te contamos todo lo que debes saber antes de ir a una fiesta voyerista

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“Si vas a ir en lencería, te recomiendo que lleves un trench encima y ya adentro te lo quitas”. Ese fue el consejo que me dio la anfitriona después de que me compartiera la invitación a la que presume ser la fiesta más sensual y candente en Ciudad de México.

Con este relato real de cómo es una fiesta voyerista, sabrás todo lo necesario por si un día quieres ir.

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Vaya, como todavía falta mucho para Halloween, la idea me emocionaba bastante; o sea, qué ganas de encontrarme con alguien como Marco Mur (Mario Casas) de Instinto. ¡Uff! Así que aferrándome a esa expectativa vencí a mi anciana interior, me puse ese Little Black Dress que -modestia aparte- tan bien me queda (como muestra más abajo en la foto) y va muy de acuerdo a la ocasión.

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Este tipo de evento es medio underground (cada tres meses cambia de locación), por lo que al llegar esperaba que me pidieran una contraseña que nunca me dieron. Hubiera estado padre susurrar “42-68–69” o “When you go black…”, pero nada. Al entrar mi misión era clara: ver.

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Nunca me he considerado voyerista, aunque todos lo somos. Por favor, ¿quién no se asoma o no puede evitar ver cuando se abre la puerta del garaje de una casa? Ajá. Nos gusta ver hasta lo básico. Esa noche creo que vi de más, al mismo tiempo que me instruía en el sexo “de fantasía” y voyerismo. Noté que varios hombres tuvieron una erección (fueron demasiado obvios), sobre todo aquellos que, como conejillos de India (porque más allá de mirar se trata de experimentar) se prestaron para que les hicieran un “nudo feliz”, el cual no entiendo bien qué tan feliz los hace cuando les aprieta los testículos y por atrás la cuerda se comporta como si fuera una tanga. Quienes nunca han usado una, jamás se preguntarían qué incómodo puede llegar a ser.

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En fin, otro caso que me sacó de onda fue el bondage de un pobre inocente al que suspendieron en el aire. Lo único que pude pensar al verlo colgado fue: “Ojalá que no le den ganas de ir al baño”. Por supuesto que entrada la noche me dio hambre. Mi sorpresa fue que la única barra de comida consistía en una mujer acostada -atada de manos y pies-, cubierta con algunos rollos de sushi encima. ¿Recuerdas a Samantha Jones en la primera película de Sex And The City? Pues así (sin el wasabi).

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En ese momento aprendí que a dicha actividad se le conoce como Nyotaimori, o lo que es lo mismo -y más fácil de retener- Body sushi. Ajá, los invitados podían acercarse para tomar con los labios la pieza que gustaran. Puede que sea muy greedy, pero en mi opinión, no hubo suficientes makis para todos.

¿Cómo es una fiesta voyerista?

En otra esquina estaba el calabozo; listo para castigar a las niñas que se portaron mal. Quedé un poco decepcionada porque en mis más oscuras/perversas fantasías, el responsable tiene un cuerpo de Adonis, así como un traje mucho más sexy (pantalón de piel, torso casi desnudo, sonrisa de James Marsden (si no lo ubicas, checa la siguiente foto)… sí, sí, todo un cliché. En cambio, este hombre tenía look tipo godín del departamento de conta o administración. ¿Qué podría ser más turn-off que eso? “Te voy a azotar bien duro porque no llenaste de manera correcta tu comprobación de gastos”. I don’t think so.

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En otro rincón se preparó un concurso de sexo oral. Como considero mi técnica bastante buena (¡gracias, Cosmo!), decidí participar. Al principio creí que tenía que dárselo a un dildo, y no me equivoqué, solo que este era en forma de pistola de agua y en efecto, eyaculaba mezcal de vez en cuando. Ojalá que así fuera en la vida real.

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Luego de demostrar mi habilidad, jamás me había sentido tan ofendida. Por lo general siempre recibo un cumplido al terminar de dar sexo oral, pero los que presenciaron el acto fueron desalmados. Poco me faltó para decirles: “Ya sé que no aplauden”. Además de las estaciones o zonas, la fiesta también ofrece performances y shows. El primero comenzó con la chica del sushi y la esclava (la conejita con un collar de cadena) que reunió a los invitados en un círculo para disfrutar de su juego de toqueteos. Quien deseara interactuar con ellas, bienvenido(a). Fue así como me convertí en dominatrix (de haber sabido me llevaba kinky boots, aunque el techo era tan bajo que seguro me hubiera golpeado la cabeza o hubiera tenido que caminar, moverme cadenciosamente y bailar jorobada. Not sexy!). ¿Se nace una o te haces? Lo tenía que averiguar.

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Para mi suerte, la escena de mi debut como dom no estuvo tan iluminada, también agradecí que mi cerebro reaccionara con anticipación: “Usa un antifaz porque puedes hacer el ridículo, usa un antifaz porque puedes hacer el ridículo”. Si alguien de los que fue está leyendo esto y grabó video, por favor, no lo comparta, es más, ¡bórrelo! Nadie quiere ver a una amateur (por más que se clavó en su papel) paseando a la esclava, dándole órdenes como “haz lo que hiciste en la primera ronda porque no tengo idea de qué pedirte”, así como nalgadas con el fuete. Por cierto, esclava, si tú también estás leyendo esto, te ofrezco una disculpa si se me pasó la mano, tal vez me emocioné un poquito. Sígueme en Instagram: @its_dafne_bitch


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