Es muy común que de broma (o no) se llegue a hablar de los famosos “amarres” para lograr que la persona que te gusta caiga perdidamente enamorada de ti. Aunque puede ser visto por muchos como una superstición más, hay quienes creen que sí son efectivos, es por eso que aquí te contamos la realidad detrás de esta práctica.
Empecemos por entender que un amarre es un ritual que supuestamente ayuda a atraer o retener a una persona en el ámbito sentimental. Se dice que pueden hacerse con velas, fotos, rezos, hierbas o incluso con objetos personales. Algunas personas creen que hay amarres “positivos” (cuando se busca reforzar un vínculo) y otros más oscuros, que intentan manipular el libre albedrío de alguien.
Desde un punto de vista científico, no hay evidencia que respalde la efectividad de un amarre en el comportamiento de las personas. Lo que sí puede pasar es el famoso efecto placebo, donde si alguien cree firmemente en un amarre, puede actuar con más seguridad o hacer cambios en su actitud, lo que podría llegar a generar cambios en la dinámica de la relación.
En la parte psicológica, los amarres se relacionan mucho con la dependencia emocional. Además, si una persona cree que está bajo el efecto de un amarre, su mente puede autosugestionarse y empezar a actuar de manera diferente, creyendo que sus sentimientos realmente han cambiado.
Si nos vamos a algo más espiritual, se tiene la creencia de que estos influyen en temas de energías o intenciones, pero también vienen con la advertencia sobre los efectos de manipular la voluntad ajena. Muchas creencias coinciden en que intentar forzar una relación puede traer consecuencias negativas en la conexión entre ambas personas.
Entonces, ¿funcionan o nada que ver? Desde la ciencia y la psicología, la respuesta es no. No hay pruebas de que un amarre pueda obligar a alguien a sentir algo que no quiere. Sin embargo, el poder de la sugestión y la creencia en ellos pueden hacer que algunas personas sientan que han tenido efecto.