Estas son algunas de las razones por las que la relación entre los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo puede ser considerada una de las más ‘tóxicas’ de la historia.
Aunque es un concepto relativamente nuevo, las relaciones ‘tóxicas’ siempre han existido, incluso en los círculos más exclusivos de las sociedades. Prueba de ello es el polémico matrimonio de los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo, recordado por muchos por su inestabilidad y la profunda huella que dejó en las vidas de ambos. Pero ¿por qué el vínculo entre los iconos de la cultura popular es considerado uno de los más tóxicos de la historia? Aquí lo definimos.
¿Qué es una relación tóxica?
Como su nombre lo puede dar a entender, una relación es considerada tóxica cuando crea cierto daño, malestar o destrucción en una o ambas partes.
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Cabe mencionar que este adjetivo no se limita solo a noviazgos o matrimonios. En cualquier nexo donde las personas involucren cariño o respeto puede desarrollarse un nivel de toxicidad que termina por fracturar la relación, incluyendo entre amigos, compañeros de trabajo, familiares e incluso pasiones, aficiones y labores. De acuerdo con la psicoanalista Claudia Rodríguez Acosta, en este tipo de relaciones también predominan la necesidad, miedos e inseguridades, desconfianza, culpa, exigencias y manipulación. Esto hace que sea casi imposible renunciar a ellas. “Lo peligroso de las relaciones tóxicas es que son como el pharmakon, al mismo tiempo veneno y remedio; producen dolor y lo alivian. La persona siente que se muere estando lejos de aquel a quien necesita profundamente pero al mismo tiempo, al estar con él o ella aparece una dinámica estéril y desgastante”, señaló.
¿Por qué Diego Rivera y Frida Kahlo tenían la relación más ‘tóxica’ del mundo?
Si bien fueron por todos conocidas las diferencias que caracterizaron al noviazgo y matrimonio de Diego Rivera y Frida Kahlo, es hasta nuestros tiempos que estas se han visualizado bajo la óptica de lo tóxico. Gracias a ello se han definido ciertos patrones que los famosos artistas siguieron bajo la línea de lo destructivo. Aquí un par de ejemplos:
La diferencia de edades
La relación de Frida Kahlo y Diego Rivera empezó como un acto de admiración. Kahlo, con solo 15 años conoció al que sería su único esposo mientras este pintaba el auditorio de la Escuela Nacional Preparatoria; Rivera en este entonces tenía 36 años. La experiencia del pintor y la inocencia de la aspirante se cruzaron a lo largo de su relación sentimental. Diego, sin duda alguna, jugaba un papel dominante sobre Frida al grado de imponerse por mucho tiempo como su único familiar (ya que los padres de la joven no estaban felices con su matrimonio con un hombre mayor).
Este complicado vínculo también formó una relación de codependencia entre Kahlo y Rivera. Ella sentía que lo necesitaba; él no guardaba el mismo sentimiento, más le gustaba tenerla cerca. “Tener” puede que sea una palabra clave en la posición que el muralista tenía sobre su esposa.
Las constantes infidelidades
Por amor, Frida Kahlo tuvo que compartir el corazón de Diego Rivera desde los primeros días de su noviazgo. De hecho, la pintora se vio obligada a soportar las ofensas de Lupe Marín –segunda esposa de su pareja– el mismo día de su boda. Durante las siguientes décadas, las infidelidades de Rivera fueron más constantes y con todo tipo de mujeres, incluyendo la hermana de Frida Kahlo, Cristina.
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La pintora también tuvo aventuras amorosas, la más conocida fue con el político ruso León Trotski, a quien acogió en su casa en la Ciudad de México. En entrevista con la revista Caras, Mara Romeo –nieta de Cristina Kahlo– aseguró que la relación sobrevivió a los engaños y “funcionó" por mutuo acuerdo: “Ella manejó una relación pareja en la que los dos tenían los mismos derechos. Entonces, al descubrir que Diego le era infiel, pues ella también se lo permitió”.
La necesidad de “amarrar” la relación
Quizá uno de los signos más claros de la toxicidad que imperaba en la relación entre Diego Rivera y Frida Kahlo era la necesidad de la pintora por mantenerse cerca de su esposo. Intentó tener un hijo y formar una familia; sin embargo, las secuelas de un grave accidente que la pusieron en cama por meses la llevaron a perder al feto. También aceptó a Rivera después del romance con su hermana y le pidió jamás alejarse de ella: “lo único que te pido es que no me engañes en nada, ya no hay razón... pase lo que pase, siempre te adorará tu Frida”.
De hecho, el cariño que Kahlo tuvo por su esposo fue tal que se volvió a casar con él. Durante los siguientes tres lustros, el estado de la pareja continuó siendo complejo: vivían separados, no tenían intimidad y ambos mantenían relaciones con hombres y mujeres a su antojo. Sin la posibilidad de llevar una relación común, Diego y Frida construyeron su nexo bajo sus propias condiciones, aunque estas no fueran las más sanas para todos. El 13 de julio de 1954, el matrimonio terminó con la muerte de Kahlo. “Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida. Uno en el que un autobús me tumbó al suelo... el otro accidente es Diego Rivera”, dijo en alguna ocasión. Aunque en su momento se romantizaron sus palabras, hoy comprendemos la gravedad de lo que la autora de ‘La columna rota’ vivió en su día a día: una relación tóxica en toda la extensión de la palabra.
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