Conocer y aceptar tu cuerpo podría ser la clave para alcanzar el orgasmo más intenso de tu vida; aquí un testimonio que lo comprueba
Después de 10 minutos de scrolling y ver puro porno malo, estaba lista para rendirme. También caliente y desesperada por conseguir algo que no fuera tan performativo ni, obviamente, filtrado a través de la mirada masculina. Quería mirar a una persona real experimentando el placer genuino y orgásmico. Por EMMA FLINT Te puede interesar: Cómo saber si estás teniendo una erección del clítoris
Una persona real como... bueno, yo. Fue entonces cuando me di cuenta de que nunca encontraría a ese alguien en ningún video, a menos que ese alguien fuera... yo. No tenía el interés (o el tiempo, seamos honest@s) para intentar que me eligieran en algún tipo de versión porno, pero había algo instantáneamente sexy en la idea de filmarme ahí mismo con mi teléfono. Excepto. Cada inseguridad que he tenido me estaba rogando que no abriera mi cámara. Había una forma en que odiaba cómo mis boobs se hundían y las estrías que siempre intentaba tapar. ¿Para ser capturada, expuesta, en movimiento, exhibida? Obvio, pensé, soy sexualmente positiva, pero, ¿lo suficientemente positiva para esto? La intriga (y la calentura) ganaron. Coloqué mi teléfono enfrente de mí, saqué un vibrador y presioné “grabar”. Enseguida... Quedé atrapada en el momento, pasando mis manos sobre mi cuerpo, sintiendo el calor de las yemas de mis dedos disparando lo que se sentía como electricidad a través de mi piel con estrías... Tanto, que me vine, rápida e intensamente.
El orgasmo más meta de mi vida (o cómo finalmente empecé a entender el amor propio)
Satisfecha, me saqué el video de la cabeza durante un tiempo. No estaba segura de si alguna vez lo vería o si debería borrarlo en lugar de arriesgarme a la vergüenza que –pensé– sentiría en el momento en que presionara “Play”. Pero la siguiente vez que me encontré en la misma situación de querer venirme, en lugar de instintivamente buscar porno, me detuve. Reflexioné en que me debía a mí misma ver lo que había grabado. Así que volví a acomodar mi teléfono, esta vez en modo de reproducción y prendí mi vibrador.
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¿Sabes qué? Estuvo igual de caliente. El disgusto que esperaba nunca llegó. Ahí estaba, un tipo de cuerpo que rara vez se ve en el porno convencional, divirtiéndome de la manera más íntima. Fue un viaje para mi propio placer, tan excitante que pasé por alto los detalles en los que suelo fijarme en el espejo. Había tenido algunos clímax increíbles en mi vida, pero lo que sucedió fue diferente. Cada centímetro de mí hormigueaba; mis ojos incluso perdieron el foco. Y justo cuando pensé que había terminado, experimenté la sensación más extraña: mis músculos empezaron a apretarse alrededor de mi vibrador de nuevo. Iba directamente a otro orgasmo; esta vez, chorreé. Difícil. Por primera vez en la historia. Cuando finalmente me recuperé (y honestamente, no tengo ni idea de cuánto tiempo tardé), me quedé allí en silencio, sin aliento.
“El barco para mi propia satisfacción”
Fue el orgasmo más fuerte que he tenido. Por no mencionar una educación radical en lo que mi cuerpo, ¡mi cuerpo!, podía hacer. ¿Fue suficiente para borrar años de odiar cómo me veo en las fotos o curar todas mis inseguridades para siempre? No. Pero verme a mí misma aceptando el placer, no de cualquiera, sino de mí, fue una revelación. Me mostró que mi figura es más que algo a esconder en la oscuridad durante el sexo en pareja; es el barco para mi propia satisfacción.
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Y sí, como sé que tienes curiosidad, todavía tengo el video. Me hace sentir que mi teléfono es una bóveda secreta al rojo vivo; cada vez que se lo presto a alguien, tengo un momento de pánico por la posibilidad de que se deslice hasta él. No porque me importe. Porque es, por supuesto, todo para mí.
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